Hace algunos siglos, un hombre llamado Agur, le pidió a Dios que alejara de él las mentiras y la vanidad, que le diera el pan de cada día, el suficiente para no pasar hambre, pero no más para no enriquecerse. “No me des riqueza ni pobreza” pues, decía que, siendo rico, la soberbia se apoderará de mí y desconoceré a mi Dios, y siendo pobre quizá tendría que robar y deshonrarlo.
Dos precipicios bordean tu camino
Lo justo y lo necesario, es el camino que nos lleva a Dios, pero está bordeado por precipicios a cada lado. Inclinarnos a la riqueza nos puede descarrilar hacia la soberbia, y sufrir demasiada pobreza nos podría llevar a tomar decisiones deshonestas.
Dios sabe las pruebas ocultas en cada situación y sabe también por qué nos coloca en cada una de ellas. Somos nosotros quienes no debemos olvidarnos del riesgo que corremos al estar ahí. “No me des riqueza ni pobreza“, porque mi alma puede caer en el precipicio del mal.
Tener lo justo y ayudar al prójimo
Entonces, te preguntarás, ¿por qué hay tanta desigualdad? Dios nos ha dado un gran poder que se llama el libre albedrío, es decir, nuestra capacidad de elegir.
La petición de Agur es un llamado de angustia, pues sabe bien los riesgos de la pobreza y la riqueza, y anhela que Dios le proteja de ellos. Sin embargo, es nuestro libre albedrío el que nos llevará a puerto seguro.
¿Quiere decir que Dios nos deja a nuestra suerte? No, Dios siempre nos está llamando en la voz de nuestro prójimo y los más vulnerables. Nos llama a ser honestos y valientes desde nuestro corazón, pero solo nosotros podemos tomar la decisión.
“No me des riqueza ni pobreza“, dale sabiduría a mi corazón para escucharte, dame humildad para entender que la riqueza viene de tu mano sagrada para que yo pueda actuar con generosidad. Dame entereza para afrontar y superar mi situación vulnerable.
Dios no puede contradecir nuestro libre albedrío. Nos llamará siempre hacia el camino que nos acerca a Él, pero solo nosotros podemos andarlo, decidir escucharlo y hacer su voluntad.
Únete a la misión de Cáritas de Monterrey
Nuestro trabajo en Cáritas de Monterrey es buscar el Reino de Dios y su justicia divina. Sabemos que la riqueza es para compartirse y la pobreza se debe menguar.
Todos somos hijos de Dios y estamos sujetos a distintas pruebas, pero es nuestra misión crear un mundo justo compartiendo, cediendo, brindando. Te invitamos a escuchar el llamado de Dios, a ser parte de un mundo más justo para todos, pues todos merecemos la abundancia de esta tierra.
Dona con amor aquello que no necesitas en tu casa, aprende a vivir en sobriedad y a desprenderte de aquello que excede tus necesidades para brindar ayuda a quien la necesita.