Todos los seres humanos compartimos temores, emociones y anhelos. Uno de ellos es alcanzar una conexión con lo divino. A lo largo de nuestra historia hemos intentado muchos caminos: rituales, mortificaciones, tipo de alimentación. Sin embargo, aquel que nos ha llevado más cerca de lo que nuestro corazón busca incansablemente es la experiencia real de los valores espirituales.
Los valores espirituales nos cuentan la evolución del ser humano durante su paso por este planeta. Son puertas que van abriéndose a cada persona conforme ésta avanza en su crecimiento interior. Es en la experiencia y reflexión de estos valores donde se encuentra la sabiduría que nos acerca a Dios, a la verdadera riqueza.
Para vivir estos valores espirituales y la sabiduría que contienen, no se requiere una característica en particular
Cualquier persona que anhele acercarse a Dios de manera natural comenzará a vivir estos valores espirituales; el único requisito es calmar la mente, desoír sus caprichos y egocentrismo para comenzar a escuchar nuestro corazón.
Como ejemplos de valores espirituales universales, están la armonía, la fe, la esperanza, el amor, la caridad y la gracia. Aunque cada uno representa una experiencia distinta, todos están conectados, y la vivencia de uno nos acerca al otro, enriqueciendo nuestra existencia.
La armonía permite expandir nuestra conciencia más allá de la realidad física. El espíritu se inunda de alegría y se prepara para recibir conocimientos de mayor profundidad. La esperanza nos mantiene ligados a Dios en la confianza. Por la esperanza sabemos que no estamos solos ante la adversidad y por tanto el camino se nos hace más llevadero. La fe es la conciencia de la existencia de Dios. Por la fe, reconocemos la presencia de Dios y este solo hecho transforma nuestra vida y surge el deseo de seguir sus enseñanzas y practicar otros valores espirituales.
Entre todos los valores espirituales, el de la caridad es el que implica un aprendizaje más profundo y muchas veces incómodo
Esto es porque para vivir la caridad, el ego debe ceder su lugar al espíritu. Por la caridad, nuestro espíritu rebasa al ego, y todos esos placeres y ambiciones materialistas dejan su lugar al anhelo de ayudar, de amar efectivamente a nuestros hermanos.
Por caridad entregamos algo que nos ha costado trabajo conseguir, no lo que nos sobra. Por caridad compartimos nuestro tiempo en labores que beneficien a otros. Y por caridad, estas ofrendas se vuelven desinteresadas, nos llenan de amor y de sabiduría divinos. La caridad es un valor espiritual universal, pero debe ser la cualidad distintiva de los católicos, pues en ella se encierran todas las enseñanzas de Jesús.
Cáritas de Monterrey es una organización católica que busca canalizar las obras de caridad al desarrollo humano de las personas en estado vulnerable y al crecimiento de comunidades que no cuentan con la calidad de vida que todos merecemos.
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