Hay quien, después de mucho filosofar en torno a la felicidad, asegura que esta no existe, salvo en efímeros momentos. Por otro lado, se habla también de tipos de felicidad según aquello que estimula nuestro cerebro para alcanzar ese sentimiento. Entonces, ¿existe o no?
La búsqueda de la felicidad es un tema constante en la vida de cada ser humano. Todos tenemos un concepto propio de la felicidad, a veces muy bien definido y otras difuso. Nos esmeramos en capturar la felicidad como si fuera una mariposa al vuelo, conservarla al precio que sea, y si se escapa nos deja en la desesperanza.
Diferentes opciones de felicidad
La ciencia ha abordado este concepto desde distintas perspectivas. Químicamente hablando, existen hormonas y neurotransmisores que inundan nuestro ser de felicidad. El cómo se activan tiene que ver con esos “tipos de felicidad” que han descrito muchos estudiosos.
Hay momentos de felicidad efímeros generados por un placer, como comer algo rico, estar en un sitio que nos gusta o comprar algo que deseamos. Entre los tipos de felicidad, este es el favorito de la publicidad, pues se nos vende no solo el producto, sino la satisfacción de tener algo y el estatus social que implica. Puede ser peligroso en tanto que genera insatisfacción y adicción.
Los logros personales y laborales también generan otro tipo de felicidad. Nos da seguridad y confianza en nosotros mismos. Hay un largo camino de intentos y frustración antes de conseguir un logro, por ello es uno de los tipos más difíciles de felicidad.
Las relaciones personales nos permiten otro tipo de felicidad. El compartir con otras personas, disfrutar su compañía, sabernos parte de sus vidas genera un sentido de pertenencia, una red que nos nutre mutuamente. Entre los tipos de felicidad, esta es una de las que más anhela nuestra alma.
Hay sin embargo entre los tipos de felicidad uno que no depende de nuestras relaciones personales, ni de nuestros logros, ni de nuestras posesiones o la satisfacción de nuestros antojos. Esta felicidad se cultiva desde la infancia, con valores sólidos que armonizan con el sentido de nuestra existencia: el amor. Pero no el amor romántico de pareja, sino el amor al prójimo.
Se ha comprobado científicamente que el altruismo, el compromiso con una causa social, el entusiasmo por ayudar a alguien en una situación vulnerable generan felicidad y bienestar.
Nos sentimos involucrados en la mejora de nuestra comunidad, en la construcción de un mejor futuro para todos y eso nos satisface más que ningún otro tipo de felicidad. Esto lo sabemos muy bien en Cáritas de Monterrey.
Cada jornada compartida con voluntarios y donantes en nuestros programas para ayudar a nuestros hermanos nos ofrece la felicidad y satisfacción de ser parte de algo más grande que nosotros, algo trascendente de lo que se hablará aún cuando ya no estemos.
Dale una oportunidad a este tipo de felicidad con Cáritas de Monterrey; súmate a nuestro equipo y vive un nuevo nivel de plenitud.